martes, 29 de marzo de 2011

NECESIDAD

Yo tenía ventidós años. Recuerdo que eran las cuatro de la tarde, concretamente el mes de abril de 1999 cuando llamaron mis padres al portero automático de mi casa. Llegaron con maletas para quedarse todo el fin de semana. Mi hermana había decidido quedar con una amiga para dejarnos solos, ya que se temía lo que iba a pasar. Así que en cuanto llegaron cogió el bolso y se marchó, no antes sin saludarles y besarles.

En seguida, dejaron las maletas en la entrada, me saludaron, besaron y me miraron fijamente a los ojos.

- Bueno, ya nos dirás qué es esa gran noticia que nos tiene muy inquietos a tu padre y a mí.- dijo mi madre. Me temía que iba a ser ella la que sacaría el tema.

Entonces, les indiqué a ambos que se sentaran y que si querían tomar algo. Mi madre, algo excitada, me dijo que fuera al grano y que dejara de hacer tanto el paripé si era tan importante lo que les tenía que contar.

Se sentaron en el sofá y yo en frente les miraba a los dos cómo sus caras iban cambiando progresivamente mientras se iban sentando. Me parecía que esto estaba sucediendo a cámara lenta. Mi madre dejó caer todo su cuerpo en el lado derecho del sofá rojo y suspiró profundamente. Mi padre, todo lo contrario, se sentó casi en el borde del lado izquierdo y contuvo el aire.

-Papá, mamá, voy a dejar la carrera de Empresariales y voy a estudiar Arte Dramático.- les dije.

Un silencio largo y tenso se hizo en el salón de mi casa. Mi padre se abatió y, como si se hubiera imaginado la frase que dije, dejó escapar su rabia en forma de lágrimas y se derrumbó. Apoyó sus codos en sus piernas y dejó caer su cabeza entre sus manos. No podía dejar de llorar. Y entre sollozo y sollozo se le podía entender estas palabras: “Es por mi culpa, es por mi culpa”. No dejaba de repetirlas. Me comenzó a doler el estómago y noté cómo se me hacía un nudo en la garganta y también yo me puse a llorar, no podía ver a mi padre llorar por mi culpa. Mi madre, miró a mi padre y en seguida se levantó del sofá y muy enfadada me dijo:

-¿Pero te has vuelto loca? Ahora que estás a punto de terminar la carrera, ¿pretendes dejarla por estudiar esa estúpida cosa? ¿Quieres ser una desgraciada el resto de tu vida? ¡Arte Dramático! Lo que estudian los vagos y las putas… ¡¡Qué horror!! Pero, ¿quién te ha metido eso en la cabeza, hija mía?

Tuve que cortar su monólogo y explicarle que siempre he querido estudiar “esa cosa” que para mí lo era todo en esta vida, pero seguían sin entenderlo. Mi padre se levantó del sofá y se fue a llorar a mi habitación y mi madre seguía con su sermón.

Al final de la tarde, me sentí como una mala hija que está traicionando a mi familia. Lloré e intenté hablar con mi padre en mi habitación. Le expliqué con un tono muy suave y cariñoso a éste que era mi vida, que tenía que entenderlo, que él ya había hecho la carrera que deseaba y que tenía que comprender que yo también tenía la necesidad de hacer lo que quería. Que le agradecía lo mucho que se estaba esforzando para que sus hijos fuesen alguien en esta vida, pero que yo no era como él. Que yo no podía hacer una carrera universitaria porque mi gran pasión es el Arte Dramático y que sería muy infeliz si no cumplía mis objetivos.

Después de que a los tres se nos pasara el berrinche, preparé la cena y nos sentamos en la mesa del comedor, pero no articulamos palabra alguna.

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