viernes, 19 de agosto de 2011

ALMA

Mi nombre es Alma. Estoy sola viviendo en un habitáculo lleno de agua en el que floto y me alimento a través de un tubo que llega hasta el centro de mi cuerpo. No comprendo mucho qué hago aquí, aunque de vez en cuando escucho los sonidos de fuera. Pero sobre todo, escucho la voz de una mujer. Me dicen mis guías que es mi madre. No entiendo mucho a lo que se refieren y les pregunto que qué o quién es. Ellos me contestan que es la mujer que me lleva dentro de sí para que en nueve meses me de la vida. ¿Vida? ¡Si yo ya estoy viva! No me doy cuenta de que en este mundo la vida se da cuando a los que vamos a nacer nos cortan ese tubo que lo llaman cordón umbilical.

Intento, por todos los medios, comunicarme con mi madre y aunque ella no me oiga, creo que intuye lo que le estoy diciendo, pues os voy a contar ahora cómo mi madre y yo tuvimos nuestra primera conversación.

Una mañana, mi madre estaba hablando por teléfono con mi abuela, su madre, y de pronto, le dice: "mamá, tengo que colgar ahora mismo. Luego te llamo. Un beso" y colgó. Se puso las manos en su tripa y lo que noté fue calor y muchísima paz. Aquello me tranquilizó mucho y le di las gracias.

- De nada, tesoro- contestó ella.
- ¿Puedes oírme, mamá?
- Sí, cariño. Te siento y creo que estamos hablando telepáticamente, puesto que no puedes hablar de momento hasta que no nazcas.
- Pero mamá, ¡¡¡si estoy viva!!! ¿Cómo dices que no puedo hablar si estoy comunicándome contigo?
- Nos comunicamos a través del pensamiento, Alma.
- Por cierto, mamá, ¿por qué me llamas Alma si todavía no he nacido?
- Porque eres mi vida, mi amor... Eres, mi alma.
- ¿Cuándo voy a nacer?
- Aún queda casi todo el ciclo, nueve meses, cariño mío.

Quedaban todavía nueve meses para que yo naciera y ya me estaba comunicando con la persona que iba a ser la más importante de mi vida. A partir de ese gran descubrimiento, mi primer contacto con mi madre, estamos hablando cada día. Yo le cuento las sensaciones que tengo, casi momento a momento, y ella me cuenta lo que ve a su alrededor. Puedo sentir todo lo que ella siente. Cuando llora, siento que mi mundo se viene abajo, se hunde y yo con él; pero cuando se ríe noto que mi piel y mi corazón saltan de alegría y me da la vida.

Hoy pienso que tengo mucha suerte de estar dentro de mi madre estos nueve meses, pues me he sentido deseada, amada y protegida y puedo decir, segura de mí misma, que voy a poder afrontar todas las cosas buenas y malas que me tenga deparado mi destino.

Gracias mamá por haberme dado tanto apenas empezado mi nueva vida. Tal vez cuando nazca, no recuerde lo que hemos hablado, tal vez nos enfademos o tal vez, en algún momento, me porte mal contigo, pero en mi fuero interno sé que te amaré hasta que llegue mi día y será en ese momento cuando recuerde todas nuestras conversaciones.

- Ayúdame, cariño, vas a nacer ya.
- TE QUIERO, MAMÁ.
- Yo también te quiero, Alma.

domingo, 12 de junio de 2011

EL ÚLTIMO ALIENTO

Maria llevaba varios meses en la UCI a causa de una bronquitis mal curada. Apenas podía mover ningún músculo de su cuerpo. No podía hablar, ni ver a las personas, tampoco sentía su contacto, no podía sonreír, ni abrir los ojos, pero sí que podía oír y oler a las personas que se  acercaban a los pies de su cama. Oía de una forma distorsionada, pero oler, olía como si estuviese completamente sana. Lo realmente frustrante para ella era que no podía decirles a sus seres queridos cuánto los amaba. Lo que más feliz le hacía era cuando sus hijos iban a verla y uno a uno le susurraban al oído cosas bonitas y las nuevas noticias que llegaban a la familia. Se emocionaba, aunque para el resto era como si estuviera muerta, pues ni siquiera, cuando se emocionaba, le caían lágrimas por su rostro. Pero Marie sentía que estaba muy viva, que aunque no comprendía cada palabra, las sentía, sentía cada tono que llegaba a sus oídos. Los médicos la habían dado por perdida, aunque seguían manteniéndola a través de suero y respiración asistida. Estaba completamente entubada, pero ya se había acostumbrado a esas sensaciones.
Una mañana, el médico que la atendía habitualmente, el Dr. Morales, se acercó para mirar el cuadro clínico, cambiarle el suero y chequearle como siempre lo hacía para cerciorarse de que todavía respiraba. María contaba el tiempo que el doctor estaba en su habitación.
-Vaya, esta vez se está quedando más rato.- decía. Se entretenía contando las pisadas, palabras y sonidos que producía el médico. Por lo menos, esto le entretenía bastante.
Pasaron los días e incluso los años y María se iba cada vez más deprimiendo. Su familia ya no iba a visitarla tan a menudo como le hubiera gustado. Su estado se iba agravando cada día más y los médicos comentaban que su respiración ya no era como antes, que su corazón le estaba fallando y que sus constantes vitales estaban dejando de funcionar. María echaba de menos las voces de sus hijos, el llanto ahogado de éstos y sobre todo, sus olores tan peculiares. Cecilia olía de una forma afrutada, una mezcla de arándanos con frambuesas; el olor de su hijo Juan era muy agradable, pues olía siempre a mirra e incienso; y su otra hija, Olivia, la más pequeña, se perfumaba con jazmín.
-Dios mío, lo que daría por volver a oler a mis hijos, a mirarlos embelesada y a poder tocarlos y besarlos hasta el estremecimiento. Me muero de sólo pensarlo.- se decía así misma.
Esa noche, no pudo dormir pensando en sus hijos y en los recuerdos que tenía con ellos cuando eran pequeños. Se dejó llevar por esos pensamientos, hasta que oyó el ruido de la puerta de su habitación. Era el Dr. Morales otra vez. “Qué raro”, pensó. “Él jamás viene a visitarme por la noche. Tal vez se haya dejado algo. No, no es eso. ¿Qué está haciendo? ¿Está tocando mi suero? No puedo ver nada. Ahora no oigo nada. Qué extraño todo. Se va. Ha cerrado la puerta. Vaya, me estoy quedando dormida y no tengo sueño. ¿Qué me está pasando? No puedo pensar, me duermo, me estoy…”.- María había muerto.
El doctor Morales, había enviado a una enfermera para que le inyectara un sedante, un sedante tan fuerte, que la había matado.
Al día siguiente, Olivia, había ido a visitar a su madre, pero ésta ya no estaba en su habitación. Fue a buscar al médico y le preguntó qué había pasado con su madre. El doctor Morales mintió y dijo que ya había sido su hora y que su corazón ya no había resistido más. Olivia, en ese momento, le creyó. Pero cuanto más pasaban las horas, Olivia, comentando el caso con sus hermanos, se creía menos la versión del doctor Morales y decidió con éstos contratar a un detective privado para esclarecer todo el caso.
Cuando el forense le hizo la autopsia a María, detectó una gran dosis de sedante en la sangre de ésta y lo comunicó al detective privado, porque pensó que se trataba de una muerte provocada. Julio, que así se llamaba el detective privado, llamó a Olivia y le expuso el caso.
-Olivia, soy Julio. He hablado con el forense y me ha contado que en la sangre de tu madre ha aparecido una cantidad ingente de Rohypnol, un sedante que se considera uno de los más fuertes de la medicina. Pero eso no es todo, también me ha comentado que no es el único caso el de tu madre, que por lo visto ha habido catorce personas más fallecidas de la misma forma. Olivia, esto, para mi entender, se llama E-U-T-A-N-A-S-I-A.  ¿Sabes a qué me refiero?
-Creo que sí, han asesinado a mi madre, ¿no es eso?
-La eutanasia es la acción u omisión que acelera la muerte de un paciente terminal con la intención de evitar sufrimientos. El concepto está asociado a la muerte sin sufrimiento físico. Te lo he leído tal cual del diccionario. ¿Tú qué crees?
-Yo creo que no tienen derecho a hacer eso sin el consentimiento de los familiares. Mi madre tenía familia, tiene tres hijos y nietos y, aunque no hemos podido ir a verla tan habitualmente como las familias de otros pacientes, hemos ido y la queríamos. Esto es indignante, cruel y sobrepasa a todas las leyes humanas y divinas. Es injusto. ¿Qué derecho tiene, y sobre todo un médico, a quitarle la vida a una persona, por muy moribunda que ésta esté? ¿No son médicos? Pues si son médicos, ¿por qué no hacen su labor y salvan vidas en vez de aniquilarlas?- Olivia hablaba con rabia y dolor. Sus palabras se entrecortaban por la fricción de los dientes al intentar hablar.
-Te comprendo, Olivia. Déjame que hable yo con los médicos y si queréis, os llevo el caso yo también.- sugirió Julio.
-No, prefiero ir yo misma a hablar con el médico. Necesito escuchar de su boca su versión, que estoy segura de que me va a mentir como un bellaco.
-Está bien. Te llamo mañana.- se despidió Julio.
-Gracias por todo, Julio. Y sí, contamos contigo como abogado. Hasta mañana.

A la mañana siguiente, Olivia, que ya había hablado con sus hermanos, se fue al hospital con éstos a pedir explicaciones. Lo que les dijeron fue que se le había ordenado a una enfermera que se le suministrara una cantidad de suero y que a ésta misma se le fue de las manos, inyectándole más de la cuenta, con lo que le produjo la muerte casi instantánea. Olivia, Juan y Cecilia no podían dar crédito a lo que estaban oyendo y por supuesto, pusieron una demanda al Hospital, y sobre todo al médico que trataba a su madre.
Se celebró el juicio y el Juez dictaminó la sentencia alegando que: “Se ha practicado mal la medicina, pero no consta que las muertes sean consecuencias de ello”, con lo cual dio carpetazo y los imputados quedaron absueltos de todo cargo.
-Vamos a recurrir, por supuesto que vamos a recurrir. Esto no va a quedar así. Pero… ¿Cómo puede dictaminar un JUEZ, a sabiendas que ha sido una negligencia médica o más bien, un asesinato clarísimo, llamado Eutanasia, puede dejar libre sin cargos a este grandísimo hijo de puta que dice ser médico y lo que es un auténtico carnicero? Mañana mismo pongo el recurso y ahora mismo voy a llamar a todos los medios de comunicación para hacer público este hecho tan vejatorio e inhumano que estamos teniendo.- Olivia estaba gritando en mitad  de la calle, indignada, dolida por la resolución de la sentencia.
-No me voy a quedar callada. ¡¡¡Familias de los fallecidos, ayudadme. No os quedéis impasibles ante esta masacre. Ayudadme a meter a este MAL NACIDO a la cárcel para que cumpla el tremendo asesinato que ha cometido!!! ¿Es que en este país no hay JUSTICIA? ¿Es que en este país no hay seres humanos en los altos cargos? ¿Por qué siempre pagamos los mismos? ¡¡¡Maldita sea!!! ¡¡¡Juro, aquí, ante este descomunal edificio de Plaza Castilla, que esto no se va a quedar así!!!- Juan la agarró por el brazo y la consoló entre sus brazos. Olivia no paraba de llorar de la impotencia y la rabia que sentía.
Tras el recurso contencioso-administrativo, el Juez que sobreseía la causa declaró en el auto: “Se ha practicado mal la Medicina, pero no consta que las muertes sean consecuencias de ello: los pacientes pudieron morir o por la sedación indebida o por su enfermedad inicial”. Lo que ocurrió a continuación fue que a la familia de María la indemnizaron con unos cuantos miles de euros (no muchos, la verdad). Olivia no se quedó contenta con esta “estafa”, así lo llamó, pues su madre, de sesenta y siete años de edad había perdido la vida a causa de una negligencia médica o ASESINATO, como ella lo llamaba. De hecho, ella no quiso aceptar ningún céntimo de euro y se lo dio a sus hermanos, pues consideró que sus manos se mancharían de sangre de su madre por aceptar aquella causa injustificada.


EL MUNDO DE PILAR

Pilar miró con cierto desasosiego la mesa del comedor en la que deberían sentarse sus hijos, que ni habían llamado para anunciar una ausencia que se producía un día sí y otro también ni se sabía si vendrían a comer o no. Pensó en cómo podría haber vivido esos años en los que tuvo que sufrir las limitaciones materiales de subsistir mientras mantenía una familia numerosa. Convirtiendo su insatisfacción personal en un sentimiento de rencor y de desafección, comenzó a autoconvencerse de que era él quien estaba de más en su vida, el que encarnaba esa sensación de tiempo perdido, quien la había decepcionado inmensamente, la causa última de su frustración, un padre que no se había ocupado tanto como ella de sus hijos y que encima era el que comunicaba más afecto, el que quedaba bien.

-Ni siquiera se han dignado en llamar para avisar de que no venían a comer.- comentó Pilar a su marido.
-No te preocupes mujer, estarán muy liados. Ya comemos tú y yo y listo.
-José, llevo dos horas quemándome los bigotes para que tus hijos y tú comáis el mejor asado del mundo y no vienen a comer… Muy bonito, José, muy bonito.- inquiere mordazmente a su marido.
-Hala, venga, monta el numerito como siempre… Aún voy a tener la culpa de que tus hijos no vengan a comer...
-Pues tú tienes buena culpa de esto y de muchas cosas que hacen tus hijos porque se lo has permitido todo. Claro, como tú te marchas a trabajar y no vuelves hasta casi la madrugada, que por cierto, a saber lo que estarás haciendo tú por las noches, no te preocupas de prepararles las comidas, ni las cenas. Tú no eres el que has tenido que criarlos, comprarles la ropa y encima hacer economías pues muchas veces no tenía ni siquiera un duro para ello y tampoco tú estabas para dármelo. Cuando llegabas a casa lo único que hacías era levantarles el castigo que yo les había impuesto y me dejabas a mí como la mala de la película. ¿Sabes José? Has ido siempre a tu bola, no me has respetado nunca y tampoco has respetado las normas de esta casa. Ni siquiera te acuerdas de cuándo son sus cumpleaños y mucho menos te acuerdas del mío y de nuestro aniversario. En fin, José, que estoy harta, más que harta. ¡¡¡Estoy hasta la coronilla!!! Así que he pensando en abandonarte. Me voy, José, no te aguanto más. Mis hijos pasan de mí y tú también y como te llevas tan bien con ellos, pues hala, todos tuyos. ¡¡¡Me voy, os abandono. No puedo más. Apáñatelas!!! Ya verás qué bien os entendéis así. Os habréis librado de mí, por fin. Ya no seré más vuestra carga. Ya no me tendrás que mirar más a la cara.- mientras se desahogaba, iba y venía del comedor al dormitorio.  Cogió la maleta, metió todas sus pertenencias en ella y cuando terminó miró a los ojos de su marido y le dijo, sollozando y con rabia:
-Adiós, José, que te vaya muy bien. Me voy de tu vida para siempre y no me volverás a ver jamás.- y cerró tras de sí la puerta.
Cogió el ascensor en seguida y mientras estaba bajando, se abandonó, cayendo al suelo sin poder dejar de llorar. Sabía que había hecho algo heroico y se preguntaba que tal vez se iba a arrepentir de lo que había hecho o tal vez no, pero prefería en ese momento no pensarlo y dejarse llevar por lo que estaba a punto de comenzar: UNA NUEVA VIDA.

miércoles, 27 de abril de 2011

AGONÍA

Tengo fío, mucho frío. El aire de este lugar me llega a todas las partes de mi cuerpo. Ahora mismo estoy sintiendo que los dedos de mis manos, mis brazos, mis pechos, mi cuello están comenzando a inmovilizarse. No puedo tocarme la cara. No puedo ver nada, mis ojos están completamente sellados con mis párpados. ¡Qué me está ocurriendo! Es como si de repente me estuviera convirtiendo en una escultura de mármol. Intento gritar, pero es imposible, tampoco puedo mover la boca. ¡Qué es esto! No puedo moverme, no puedo chillar, no puedo pedir ayuda, nadie me oye ¡¡¡Socorro!!! Me estoy poniendo muy nerviosa. No puedo llorar, mis lágrimas se han secado. Tengo miedo. No quiero morir. Necesito salir de aquí. ¡¡Sí, bien, estoy notando mis manos!!, puedo sentir la tierra. Es como si estuviese enterrada de cintura para abajo. Voy a intentar salir, apoyando mis manos contra el suelo. No puedo, ¡maldita sea! Esta vez lo haré con más fuerza. ¡¡Tampoco!! No puedo más. Mis manos se acaban de incrustar por debajo. ¡¡Oh, no!! Necesito salir de aquí, ahora mismo¡¡¡Por favor, que alguien me ayude!!! No pueden oírme. Son mis pensamientos los que hablan. ¡¡¡¡Dios!!!!
¿Cuánto tiempo habrá pasado? Creo que me he quedado dormida. Mierda, no ha sido una pesadilla, es real. Mi corazón se está empezando a secar. Me cuesta respirar. ¿Qué será lo próximo? No, será mejor que no lo piense. Voy a dejarme vencer de nuevo por el sueño y que sea lo que Dios quiera.

lunes, 25 de abril de 2011

EMINA Y MIRSAD

Emina, una mujer de unos treinta y cinco años, se acababa de levantar hacía unos minutos y estaba preparándose un café cuando de repente su portátil sonó para indicarle que le había llegado un nuevo correo electrónico. Algo por dentro le informó que se trataba de él y su corazón palpitó con mucha más fuerza. Estaba encantada con aquel misterioso hombre que le decía tantas cosas bonitas y con el que se podía desahogar con total confianza.

Se dirigió con su taza en la mano a la mesa del salón. Se sentó y se dispuso a abrir el e-mail. Efectivamente, allí estaba él y leyó lo siguiente: From: Prince. To: Sugar.

Leyó el e-mail y sus ojos se llenaron de expectación y emoción.

Prince: “Buenos días sugar mío, ¿cómo te has despertado hoy? Me encantaría estar ahí contigo y poder abrazarte y desayunar juntos”.

Sugar (con una sonrisa): “Buenos días, príncipe mío. A mí también me encantaría poder estar ahí junto a ti. Estoy muy feliz de haberte conocido y tengo también muchas ganas de poder abrazarte. Ya no puedo más, necesito verte, besarte, mirarte a los ojos”.

P: “¿Tu marido se ha ido ya a trabajar?”

S: “Todavía no, está con su ordenador escribiendo a toda pastilla. Dios mío, cariño, no puedo más, cada día le aguanto menos. ¿Qué puedo hacer? Me encantaría poder escaparme contigo, huir de aquí e irnos a una playa desierta solamente tú y yo”.

P: “Pues hagámoslo. Yo tampoco aguanto a mi mujer. Cada día se queja más porque dice que soy un desordenado y yo creo que son excusas para gritarme todo el santo día. Estoy cansado de estar trabajando para ella todo el santo día. Lo único que hace ella es estar en casa, porque además yo tengo que hacer la compra y eso lo llevo fatal. Cada vez que la veo está con su ordenador. Es verdad que yo hago lo mismo, pero es que ella no se despega del dichoso ordenador, únicamente, para hacer la cena, ya que yo no aparezco por casa hasta las diez de la noche y me voy muy temprano”.

S: “Ya, ya lo sé, tesoro, me lo has comentado muchas veces. Sé que has intentado hablar con ella, pero la tensión está ahí. Lo mismo me ocurre a mí con mi marido. Ya no hacemos el amor, ni siquiera dormimos juntos. Él se va a trabajar también muy pronto y vuelve de noche. Sólo estamos juntos a la hora de cenar, pero él cena en una habitación y yo ceno en otra”.

P: “Azucarito mío, me tengo que ir a trabajar. Esta noche a las diez estaré de nuevo conectado. Hasta luego, mi amor”.

S: “Hasta luego. Que tengas un gran día, mi príncipe”.

Cuando Emina desconectó el ordenador, su marido, Misrad, se estaba levantando de su escritorio y se encaminó hacia la puerta principal de la casa. Cogió su gabardina y su cartera y sin decirle ni media palabra cerró la puerta tras de sí.
Emina que estaba de pie frente a la puerta, soltó un suspiro de insatisfacción y se dirigió de nuevo a su ordenador. Su príncipe ya no estaba así que se puso a hacer las labores de la casa. Pasó el tiempo y Misrad llegó a casa con cara de cansado, pero algo en su mirada brillaba. Emina lo observó y se percató de ello, pero no le dijo nada. Simplemente, le esperó con la cena preparada en una bandeja y cenaron cada uno en una habitación. Él se refugió en su despacho y ella en el salón. Eran ya las diez, así que se dispuso a encender el ordenador. Sabía que su Príncipe iba a estar ya conectado.

S: “Hola cariño, ya estoy aquí”.

P: “Hola mi amor. ¿Qué tal has llevado el día?”

S: “He estado toda la mañana pensando mucho en ti. Y tú en mí? Jejejeje…”.

P: “Por supuesto, de hecho no hago otra cosa. No me concentro en el trabajo y cuando llego a casa, lo único que pienso es en conectarme para chatear contigo, azucarillo mío. Mi mujer y yo estamos llegando a un punto de indiferencia absoluta. Cariño, sólo te tengo a ti. Tú me escuchas, me aconsejas, me das mucho amor. Te echo tanto de menos. Necesito verte, conocerte. Esta espera me está matando”.

S: “Pues entonces deberíamos quedar ya y conocernos. No lo posterguemos más. Vivimos en la misma ciudad y todavía no hemos quedado”.

P: “¡Pues hagámoslo mañana! ¿Conoces el café Dibek? Podríamos quedar allí. Hacen el mejor café de Sarajevo”.

S: “¡Genial! ¿A qué hora? y ¿cómo nos reconoceremos?”

P: “Yo llevaré una gorra amarilla con visera muy deportiva”.

S: “Pues yo llevaré una chaqueta de lunares rojos y negros muy larga”.

P: “¿Te parece bien que quedemos  a las 19h.?”

S: “¡Sí, sí, sí, sí! ¡Qué emoción! ¡Qué ganas tengo de conocerte, de verte, de tocarte, de besarte…! Oh, príncipe mío, ¡qué ganas tengo de hacerte el amor!”

P: “Estupendo. Pues ahí nos veremos, azucarillo míoooo… Besitos. Te quiero, mi amor”.

S: “Hasta mañana, amor mío. Qué feliz me haces”.

P: “TE QUIERO”.

S: “TE ADORO”.

Al día siguiente a las 19h., en el café Dibek, Prince estaba esperándola sentado en una de las mesas pequeñitas que estaban reservadas exclusivamente para ocasiones como esta. Era un “reservado”. Se había puesto la gorra amarilla como había indicado. En ese momento, llegó ella con la chaqueta de lunares rojos y negros. Estaba espectacularmente bella, pensó él. Al acercarse lo suficiente, un sudor frío le recorrió todo el cuerpo. No se lo podía creer. No podía dar crédito a lo que estaba viendo y rápidamente se quitó la gorra. Mientras Emina se acercaba a él, pudo contemplar que no era un sueño ni un espejismo. Sugar era ella, su mujer. Se quedó totalmente paralizado del susto y ella, al verle, también se quedó completamente quieta a una distancia de unos dos metros.

Segundos más tarde, reaccionaron y ella se acercó a él. Se miraron fijamente a los ojos y Emina se echó a llorar sin poder decir nada. Mirsad, sin mediar tampoco palabra, la acercó a su cuerpo y la abrazó. Unos minutos después, él le cogió la cara y la besó. Entonces, se atrevió a hablar:

Mirsad: “Perdóname, Emina. Perdóname por haberte dejado tan sola, por haberte despreciado cuando realmente eres tú a la que amo”.

Emina: “No soy yo la que debería perdonarte, sino tú a mí. He estado tan ciega. Te he estado amando todo este tiempo y he sido incapaz de verte realmente tal y como eres. La comunicación entre nosotros dos ha sido solamente por Internet. Me da vergüenza, Mirsad, me da vergüenza mirarte a los ojos”.

Mirsad: “Hemos estado jugando al ratón y al gato, pero lo que me consuela es que no hemos dejado de amarnos en ningún momento. Te quiero, Emina, te quiero con todo mi corazón y a partir de ahora, todo lo que tengamos que decirnos, que sea mirándonos a los ojos. Yo te prometo que, por mi parte, será así”.

Emina: “Te prometo, Mirsad, que yo también, a partir de ahora, todo lo que tenga que decirte, te lo diré mirándote a los ojos. Te quiero Mirsad, siempre te he querido. No entiendo por qué nos separamos tanto y dejamos de comunicarnos de esa forma. Quiero dormir contigo, quiero hacer el amor contigo, quiero que hablemos más y amarte más”.

Mirsad: “Pues que así sea. Eres la mujer de mi vida, Emina y quiero que continuemos viviendo juntos. Te amo tanto”.

Aquella noche, Mirsad y Emina, Prince y Sugar, hicieron el amor como nunca antes lo habían hecho.


miércoles, 13 de abril de 2011

EL ÁRBOL


Era una pareja adolescente que paseaba por un bosque precioso. Ellos se amaban tanto que no sabían de qué manera sellar su amor para el resto de su vida. Deseaban que sus cuerpos permanecieran siempre juntos, que nadie ni nada pudiera separarlos. Un día, llegado el otoño, el Universo les escuchó prometerse amor eterno y quiso cumplir sus deseos, así que captó el momento justo del beso más tierno que jamás había contemplado antes y los transformó en el tronco de un árbol.

martes, 5 de abril de 2011

EROTICA BABEL

Esta noche mis pensamientos hablan solamente de ti. De tu cuerpo junto al mío, de tus labios sellados a los míos, fundiendo tu lengua con la mía haciendo ondas de placer.
Esta noche, mi cuerpo se estremece cuando pienso en ti. Cuando me acariciabas con tus grandes manos por la espalda, por mi nuca, por todo mi ser. Y me siento tan vulnerable, que se me escapan furtivas lágrimas de deseo, de añoranza y de amor.
Recuerdo cómo me desvestías, suavemente, sin prisas, pero con deseo de verme desnuda. Yo te miraba con ojos de lujuria, profundizando en tus labios y en  tus manos y en cómo recorrían todo mi cuerpo, intentando buscar mis pezones agitados. Me recosté en la cama, sabiendo que tu pene estaba excitado. Mis curvas desataban tu imaginación y me observabas como un voiger, el cómo mis manos recorrían mi cuerpo acariciándolo dulcemente.
Mientras,  tú te ibas quitando la ropa con tus manos temblorosas por la ansiedad de querer tenerme ya. Me cogiste en brazos y rápidamente me colocaste encima de tus piernas y comenzaste a masturbar con tu dedo corazón mi caliente clítoris, mientras yo cogía tu enorme pene y, muy despacio, lo iba poniendo más erecto. Nuestras respiraciones se convirtieron en una sola y el ambiente se hacía cada vez más intenso y caliente, como nuestros cuerpos.
Ya desnudos, nos tumbamos en la cama y tus manos masculinas hacían estremecerme de placer. Poco a poco ibas besando mi cuerpo, hasta llegar a mi sexo y tu lengua comenzó a acariciar mi clítoris, hasta introducirse completamente dentro de mi vagina. Y me sentía tan bien… Dios, qué placer, mis pezones se ponían duros. Sabías que yo estaba disfrutando por mis gemidos, por mi manera de mover mi cuerpo… Y acto seguido, me penetraste suavemente. Tu pene estaba caliente y duro, como una roca. Cada vez que se introducía hasta los confines de mi vagina, mi respiración se entrecortaba y tu boca soltaba un gemido agudo de placer… En ese momento quería parar el tiempo y conservar aquel estado de embriaguez, de éxtasis, de emoción, de gozo, de amor.
Acabamos tan extasiados, que no pudimos decirnos nada cuando nuestros cuerpos se separaron… Terminamos en el suelo sin saber cómo. Todavía te sentía dentro de mí. Hice que ese instante se grabara en mi memoria para siempre. Y cada vez que te echo de menos, lo recuerdo con tristeza  y añoranza. Y me estremezco y te deseo y quisiera que fueses mío aquí y ahora.
Pero te marchaste tan rápidamente que mi cuerpo todavía te extrañaba. Necesitaba respirar contigo, como otras noches, como todas esas maravillosas noches, pero te fuiste y me dejaste vacía. Me dejaste sin tus abrazos, sin tus besos, sin tu calor… Vi cómo te ponías la ropa que traías esa noche, esa gloriosa noche en la que me hiciste el amor.
Me dijiste: “adiós preciosa” y cerraste la puerta tras de ti. Quedé completamente abandonada, mi cuerpo necesitaba el tuyo y me puse a llorar tumbada en la cama, necesitada de amor…  Me quedé dormida entre mis lágrimas.
A la mañana siguiente, observé que mi cuerpo estaba completamente desnudo y que todavía mi sexo guardaba algo de ti. Todavía sentía que te tenía dentro. Me levanté de la cama y me dirigí hacia la ventana para poder imaginar que estabas ahí fuera, llamándome. Pero no fue así, hacía horas que te habías ido. Que me habías dejado con mis pensamientos, mis recuerdos y con mi cuerpo todavía respirando el sudor de tu piel.
Esta noche, siento mi vagina que me pide que estés dentro de ella. Mi mente, mi cuerpo, mis pechos y hasta ella misma se estremecen al sólo pensarlo. Mi alma se desborda cuando pienso en esa noche tan cálida, tan misteriosa, tan formidable, pero a la vez tan…, tan corta… ¡Oh, amor, por qué te fuiste!
Me hubiera encantado que estuvieses más tiempo junto a mí. Que me hablaras de tus ilusiones, de lo que te hace feliz, de lo que ansías o de lo que añoras.
Por qué te fuiste tan pronto… Por qué no esperaste hasta que mi mente pudiera olvidarte… Por qué me dejaste con esa sensación tan fría, después de haberme hecho el amor, como sólo tú sabes hacerlo, y haberme dicho con tus ojos Te Quiero.
Tal vez, con el paso del tiempo, llegue a olvidarte.

domingo, 3 de abril de 2011

EL ECLIPSE

A Fray Bartolomé le caían gotas de sudor por la frente, el miedo se estaba apoderando poco a poco de él y no veía el final. Todavía el consejo estaba reunido. Dirigió su mirada hacia ellos e intentó bajarse de aquel altar, pero le fue imposible, ya que estaba atado de manos y piernas por una especie de cuerdas muy gruesas.  Pensó que lo mejor sería era quedarse completamente quieto y esperar la muerte inminente. Pero algo sucedió. Un hombre vestido de un blanco intenso se acercó hasta él. Bartolomé no daba crédito a lo que estaba viendo. ¿Era un espejismo, tal vez era Dios que le estaba salvando de aquellos bestias?
El hombre de blanco se inclinó hacia el oído de Bartolomé y con una voz tenue y apaciguadora, le dijo: “Levántate, Bartolomé”.  Aquellas palabras le eran muy familiares,  las había leído en la biblia que siempre llevaba en su regazo y comprendió que era Dios el que le estaba hablando, porque lo mismo hizo con Lázaro, pensó.
Fray Bartolomé no tenía apenas fuerzas para incorporarse y fue el propio chamán el que le ayudó a hacerlo. Una vez que pudo sentarse en el quicio del altar, no podía dejar de mirar a aquel hombre de blanco que le había salvado la vida. Hubo mucho silencio, la respiración del fraile se hizo cada vez más pausada y con un hilo de voz le espetó al chamán: “Jamás olvidaré lo que has hecho por mí”. Y se le llenaron de lágrimas los ojos.
El chamán le cogió del brazo derecho, suave pero contundentemente y le llevó muy deprisa hasta llegar al otro lado del río, donde por fin podría ser libre. Al despedirse, Fray Bartolomé se quedó mirando al chamán a los ojos. Jamás había visto tanto amor en la mirada de un hombre. Sabía en su fuero interno que ese hombre vestido de blanco era Dios. El chamán se despidió de él diciéndole: “Sigue tu camino, Bartolomé y sé feliz”. Y así lo hizo. Se fue feliz y agradecido por lo que le había sucedido. Se fue lleno de amor. Por el camino miró al astro rey y se rió, puesto que no recordaba si había tenido lugar el eclipse o no; si todo lo que le había sucedido con aquel chamán era cierto o fruto de su imaginación. Mientras daba cada paso, reafirmaba la historia del chamán y su sonrisa permaneció en su boca hasta que llegó a su destino.

miércoles, 30 de marzo de 2011

YAYA

A ti, yaya. Tú que has sido una persona muy importante en mi crecimiento espiritual, humano y artístico... Tú has sido, eres y serás para mí, siempre, la mujer que me ha enseñado a soñar. Me has enseñado a percibir, a sentir y vivir este mundo como algo mágico y a saber que hay un lugar sobre el arcoiris donde los sueños se hacen realidad y donde puedo ir con mi imaginación cuando algo a mi alrededor anda mal.

Gracias Yaya, por ser la superabuela genial, creativa y la que me enseño a pintar esos árboles tan grandiosos y originales como lo eres tú.
Siempre me acordaré, yaya, yayica, de los chocolates con churros que nos tomábamos tú y yo al salir de misa, cuando apenas yo tenía ocho años. Para mí era un momento muy especial, único. Y por supuesto, siempre recordaré cuando, tumbadas en la cama, me contabas cómo mis muñecos se comunicaban entre ellos sólo cuando yo dormía. Ahí comencé a desarrollar mi imaginación.

Gracias Yaya, gracias por todas esas cosas tan maravillosas que compartiste conmigo a lo largo de tu vida. Te quise, te quiero y te querré siempre... Allá donde estés, en ese lugar sobre el arcoiris, donde los sueños se hacen realidad...

martes, 29 de marzo de 2011

NECESIDAD

Yo tenía ventidós años. Recuerdo que eran las cuatro de la tarde, concretamente el mes de abril de 1999 cuando llamaron mis padres al portero automático de mi casa. Llegaron con maletas para quedarse todo el fin de semana. Mi hermana había decidido quedar con una amiga para dejarnos solos, ya que se temía lo que iba a pasar. Así que en cuanto llegaron cogió el bolso y se marchó, no antes sin saludarles y besarles.

En seguida, dejaron las maletas en la entrada, me saludaron, besaron y me miraron fijamente a los ojos.

- Bueno, ya nos dirás qué es esa gran noticia que nos tiene muy inquietos a tu padre y a mí.- dijo mi madre. Me temía que iba a ser ella la que sacaría el tema.

Entonces, les indiqué a ambos que se sentaran y que si querían tomar algo. Mi madre, algo excitada, me dijo que fuera al grano y que dejara de hacer tanto el paripé si era tan importante lo que les tenía que contar.

Se sentaron en el sofá y yo en frente les miraba a los dos cómo sus caras iban cambiando progresivamente mientras se iban sentando. Me parecía que esto estaba sucediendo a cámara lenta. Mi madre dejó caer todo su cuerpo en el lado derecho del sofá rojo y suspiró profundamente. Mi padre, todo lo contrario, se sentó casi en el borde del lado izquierdo y contuvo el aire.

-Papá, mamá, voy a dejar la carrera de Empresariales y voy a estudiar Arte Dramático.- les dije.

Un silencio largo y tenso se hizo en el salón de mi casa. Mi padre se abatió y, como si se hubiera imaginado la frase que dije, dejó escapar su rabia en forma de lágrimas y se derrumbó. Apoyó sus codos en sus piernas y dejó caer su cabeza entre sus manos. No podía dejar de llorar. Y entre sollozo y sollozo se le podía entender estas palabras: “Es por mi culpa, es por mi culpa”. No dejaba de repetirlas. Me comenzó a doler el estómago y noté cómo se me hacía un nudo en la garganta y también yo me puse a llorar, no podía ver a mi padre llorar por mi culpa. Mi madre, miró a mi padre y en seguida se levantó del sofá y muy enfadada me dijo:

-¿Pero te has vuelto loca? Ahora que estás a punto de terminar la carrera, ¿pretendes dejarla por estudiar esa estúpida cosa? ¿Quieres ser una desgraciada el resto de tu vida? ¡Arte Dramático! Lo que estudian los vagos y las putas… ¡¡Qué horror!! Pero, ¿quién te ha metido eso en la cabeza, hija mía?

Tuve que cortar su monólogo y explicarle que siempre he querido estudiar “esa cosa” que para mí lo era todo en esta vida, pero seguían sin entenderlo. Mi padre se levantó del sofá y se fue a llorar a mi habitación y mi madre seguía con su sermón.

Al final de la tarde, me sentí como una mala hija que está traicionando a mi familia. Lloré e intenté hablar con mi padre en mi habitación. Le expliqué con un tono muy suave y cariñoso a éste que era mi vida, que tenía que entenderlo, que él ya había hecho la carrera que deseaba y que tenía que comprender que yo también tenía la necesidad de hacer lo que quería. Que le agradecía lo mucho que se estaba esforzando para que sus hijos fuesen alguien en esta vida, pero que yo no era como él. Que yo no podía hacer una carrera universitaria porque mi gran pasión es el Arte Dramático y que sería muy infeliz si no cumplía mis objetivos.

Después de que a los tres se nos pasara el berrinche, preparé la cena y nos sentamos en la mesa del comedor, pero no articulamos palabra alguna.

miércoles, 23 de marzo de 2011

EL MAGO

En el lago del País
hay un mago muy sereno
que cantando va,
siguiendo los pasos que dan
los antiguos guerreros.


Este poema lo escribí cuando tenía 10 años y la imagen que me vino era un lago con mucha neblina y árboles frondosos. El Mago parece pequeño al lado de los antiguos guerreros. Todavía puedo verlo con preciso detalle.

¿Qué imaginas con este poema?  :0)

martes, 22 de marzo de 2011

EL RITUAL DE LA DUCHA

Qué relajada me siento cuando me doy una ducha de agua templada después de hacer ejercicio físico. Qué rica me sabe el agua cuando me cae como una casacada por el pelo y la cara. Mi cuerpo se relaja a la vez que mis pensamientos se van directamente a ti. Pienso en cómo me acaricias el pelo, la cara y, mientras las gotas de agua van cubriendo mi cuerpo, imagino tus manos tocando dulcemente mi cuello, mis brazos, mi pecho, mi ombligo, mis piernas, mi sexo. Es tan sensual la forma en que imagino tu boca besando la mía que me estremezco de placer y de anhelo.

Cada vez me voy sintiendo más vulnerble y decido terminar mi cálida ducha cerrando el grifo y abrazándome a mí misma con los ojos cerrados. Salgo lentamente de la bañera y, aunque me seco un poco con la toalla, prefiero terminar con aceite para niños y cubrir mi cuerpo con ese bálsamo tan delicioso. Mientras me voy dando el rico aceite, voy sintiéndome cada vez más protegida. Algo en mi recuerdo ha asomado. Me siento protegida como cuando era pequeña; como cuando mi madre me rociaba cuidadosamente con ese líquido y dándome, a su vez, masajes por todo mi cuerpo.

Qué sensaciones más extrañas, ¿mezclo el sexo con mi infancia? Es curioso, pienso mientras me pongo el pijama y me seco el pelo.

En seguida dejo de pensar en ello y me preparo una cenita a base de yogur con frutos rojos y un plátano. Qué tarde más productiva. :0)

EN PRIMAVERA

La primavera ya ha llegado. Yo nací en primavera y me encanta puesto que es un período de cambios. Cambiamos de ropa de abrigo por ropa más liviana, las flores están en su máximo esplendor, gracias a la lluvia que suele caer por el mes de abril y el grandioso sol que ilumina La Tierra con más ímpetu.
Me encanta la primavera porque cuando viajo en coche o en tren, puedo observar que los campos están más verdes y llenos de colores por las distintas flores que existen. Los árboles dan sus frutos y dan ganas de arrancar uno para saborearlo, aunque todavía no estén maduros. Los cerezos y almendros en flor son una belleza espectacular por estas fechas. Qué sabia es la Naturaleza que nos colma de bellos colores para que nuestras pupilas los puedan disfrutar.
Aquí te dejo una fotografía preciosa para que vayas adentrándote en la Primavera. :0)

AMBIGRAMA


Los ambigramas son palabras, frases escritas o dibujadas de tal modo que admiten, al menos, dos lecturas diferentes. La segunda lectura se podrá hacer tras hacer algún tipo de operación con el dibujo original.
Si giras la imagen o las letras 180º podrás comprobar que se lee igual o se ve el dibujo de la misma forma. En este caso, es mi nombre, Babel, aunque puedes observar que la e de Babel está en mayúscula. Se pueden hacer muchas combinaciones para que tu nombre o el dibujo que hayas hecho se pueda realizar como un ambigrama. Te desafío a que lo hagas. :0)

BIENVENID@!!

Bienvenid@ a mi blog.

Deseo que esta sea una grata experiencia para ti y también para mí.

Voy a comenzar con un poema de Teresa de Calcuta, que dice así:

La vida es una oportunidad, aprovéchala.
La vida es belleza, admírala.
La vida es dulzura, saboréala.

La vida es un desafío, enfréntalo.
La vida es sueño, hazlo realidad.
La vida es un reto, afróntalo.
La vida es compromiso, cúmplelo.
La vida es un juego, juégalo.
La vida es un tesoro, cuídalo.

La vida es riqueza, consérvala.
La vida es amor, gózala.
La vida es misterio, desvélalo.
La vida es promesa, cúmplela.
La vida es tristeza, supérala.

La vida es un himno, cántalo.

La vida es una lucha, acéptala.
La vida es una tragedia, domínala.
La vida es una aventura, arriésgate.

La vida es felicidad, merécela.
La vida es vida, defiéndela; vívela.