lunes, 25 de abril de 2011

EMINA Y MIRSAD

Emina, una mujer de unos treinta y cinco años, se acababa de levantar hacía unos minutos y estaba preparándose un café cuando de repente su portátil sonó para indicarle que le había llegado un nuevo correo electrónico. Algo por dentro le informó que se trataba de él y su corazón palpitó con mucha más fuerza. Estaba encantada con aquel misterioso hombre que le decía tantas cosas bonitas y con el que se podía desahogar con total confianza.

Se dirigió con su taza en la mano a la mesa del salón. Se sentó y se dispuso a abrir el e-mail. Efectivamente, allí estaba él y leyó lo siguiente: From: Prince. To: Sugar.

Leyó el e-mail y sus ojos se llenaron de expectación y emoción.

Prince: “Buenos días sugar mío, ¿cómo te has despertado hoy? Me encantaría estar ahí contigo y poder abrazarte y desayunar juntos”.

Sugar (con una sonrisa): “Buenos días, príncipe mío. A mí también me encantaría poder estar ahí junto a ti. Estoy muy feliz de haberte conocido y tengo también muchas ganas de poder abrazarte. Ya no puedo más, necesito verte, besarte, mirarte a los ojos”.

P: “¿Tu marido se ha ido ya a trabajar?”

S: “Todavía no, está con su ordenador escribiendo a toda pastilla. Dios mío, cariño, no puedo más, cada día le aguanto menos. ¿Qué puedo hacer? Me encantaría poder escaparme contigo, huir de aquí e irnos a una playa desierta solamente tú y yo”.

P: “Pues hagámoslo. Yo tampoco aguanto a mi mujer. Cada día se queja más porque dice que soy un desordenado y yo creo que son excusas para gritarme todo el santo día. Estoy cansado de estar trabajando para ella todo el santo día. Lo único que hace ella es estar en casa, porque además yo tengo que hacer la compra y eso lo llevo fatal. Cada vez que la veo está con su ordenador. Es verdad que yo hago lo mismo, pero es que ella no se despega del dichoso ordenador, únicamente, para hacer la cena, ya que yo no aparezco por casa hasta las diez de la noche y me voy muy temprano”.

S: “Ya, ya lo sé, tesoro, me lo has comentado muchas veces. Sé que has intentado hablar con ella, pero la tensión está ahí. Lo mismo me ocurre a mí con mi marido. Ya no hacemos el amor, ni siquiera dormimos juntos. Él se va a trabajar también muy pronto y vuelve de noche. Sólo estamos juntos a la hora de cenar, pero él cena en una habitación y yo ceno en otra”.

P: “Azucarito mío, me tengo que ir a trabajar. Esta noche a las diez estaré de nuevo conectado. Hasta luego, mi amor”.

S: “Hasta luego. Que tengas un gran día, mi príncipe”.

Cuando Emina desconectó el ordenador, su marido, Misrad, se estaba levantando de su escritorio y se encaminó hacia la puerta principal de la casa. Cogió su gabardina y su cartera y sin decirle ni media palabra cerró la puerta tras de sí.
Emina que estaba de pie frente a la puerta, soltó un suspiro de insatisfacción y se dirigió de nuevo a su ordenador. Su príncipe ya no estaba así que se puso a hacer las labores de la casa. Pasó el tiempo y Misrad llegó a casa con cara de cansado, pero algo en su mirada brillaba. Emina lo observó y se percató de ello, pero no le dijo nada. Simplemente, le esperó con la cena preparada en una bandeja y cenaron cada uno en una habitación. Él se refugió en su despacho y ella en el salón. Eran ya las diez, así que se dispuso a encender el ordenador. Sabía que su Príncipe iba a estar ya conectado.

S: “Hola cariño, ya estoy aquí”.

P: “Hola mi amor. ¿Qué tal has llevado el día?”

S: “He estado toda la mañana pensando mucho en ti. Y tú en mí? Jejejeje…”.

P: “Por supuesto, de hecho no hago otra cosa. No me concentro en el trabajo y cuando llego a casa, lo único que pienso es en conectarme para chatear contigo, azucarillo mío. Mi mujer y yo estamos llegando a un punto de indiferencia absoluta. Cariño, sólo te tengo a ti. Tú me escuchas, me aconsejas, me das mucho amor. Te echo tanto de menos. Necesito verte, conocerte. Esta espera me está matando”.

S: “Pues entonces deberíamos quedar ya y conocernos. No lo posterguemos más. Vivimos en la misma ciudad y todavía no hemos quedado”.

P: “¡Pues hagámoslo mañana! ¿Conoces el café Dibek? Podríamos quedar allí. Hacen el mejor café de Sarajevo”.

S: “¡Genial! ¿A qué hora? y ¿cómo nos reconoceremos?”

P: “Yo llevaré una gorra amarilla con visera muy deportiva”.

S: “Pues yo llevaré una chaqueta de lunares rojos y negros muy larga”.

P: “¿Te parece bien que quedemos  a las 19h.?”

S: “¡Sí, sí, sí, sí! ¡Qué emoción! ¡Qué ganas tengo de conocerte, de verte, de tocarte, de besarte…! Oh, príncipe mío, ¡qué ganas tengo de hacerte el amor!”

P: “Estupendo. Pues ahí nos veremos, azucarillo míoooo… Besitos. Te quiero, mi amor”.

S: “Hasta mañana, amor mío. Qué feliz me haces”.

P: “TE QUIERO”.

S: “TE ADORO”.

Al día siguiente a las 19h., en el café Dibek, Prince estaba esperándola sentado en una de las mesas pequeñitas que estaban reservadas exclusivamente para ocasiones como esta. Era un “reservado”. Se había puesto la gorra amarilla como había indicado. En ese momento, llegó ella con la chaqueta de lunares rojos y negros. Estaba espectacularmente bella, pensó él. Al acercarse lo suficiente, un sudor frío le recorrió todo el cuerpo. No se lo podía creer. No podía dar crédito a lo que estaba viendo y rápidamente se quitó la gorra. Mientras Emina se acercaba a él, pudo contemplar que no era un sueño ni un espejismo. Sugar era ella, su mujer. Se quedó totalmente paralizado del susto y ella, al verle, también se quedó completamente quieta a una distancia de unos dos metros.

Segundos más tarde, reaccionaron y ella se acercó a él. Se miraron fijamente a los ojos y Emina se echó a llorar sin poder decir nada. Mirsad, sin mediar tampoco palabra, la acercó a su cuerpo y la abrazó. Unos minutos después, él le cogió la cara y la besó. Entonces, se atrevió a hablar:

Mirsad: “Perdóname, Emina. Perdóname por haberte dejado tan sola, por haberte despreciado cuando realmente eres tú a la que amo”.

Emina: “No soy yo la que debería perdonarte, sino tú a mí. He estado tan ciega. Te he estado amando todo este tiempo y he sido incapaz de verte realmente tal y como eres. La comunicación entre nosotros dos ha sido solamente por Internet. Me da vergüenza, Mirsad, me da vergüenza mirarte a los ojos”.

Mirsad: “Hemos estado jugando al ratón y al gato, pero lo que me consuela es que no hemos dejado de amarnos en ningún momento. Te quiero, Emina, te quiero con todo mi corazón y a partir de ahora, todo lo que tengamos que decirnos, que sea mirándonos a los ojos. Yo te prometo que, por mi parte, será así”.

Emina: “Te prometo, Mirsad, que yo también, a partir de ahora, todo lo que tenga que decirte, te lo diré mirándote a los ojos. Te quiero Mirsad, siempre te he querido. No entiendo por qué nos separamos tanto y dejamos de comunicarnos de esa forma. Quiero dormir contigo, quiero hacer el amor contigo, quiero que hablemos más y amarte más”.

Mirsad: “Pues que así sea. Eres la mujer de mi vida, Emina y quiero que continuemos viviendo juntos. Te amo tanto”.

Aquella noche, Mirsad y Emina, Prince y Sugar, hicieron el amor como nunca antes lo habían hecho.


3 comentarios: